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El Pa-ta-ta Festival 2025 consolida su apuesta por la fotografía como herramienta de transformación social

Para los codirectores del Pa-ta-ta Festival (celebrado del 6 al 12 de octubre) Cecilio Puertas y María Martín, esta edición ha supuesto “una confirmación”: el festival ha conseguido que Granada y su provincia sientan el proyecto como propio. “A través del trabajo de mediación fotográfica lo hemos logrado”, explica Puertas. Los proyectos del Reto demográfico y Energía de Barrio son un ejemplo claro, y queremos que esa línea continúe cada año”. Martín coincide en destacar el impulso colectivo y la proyección alcanzada: “El festival ha tenido más repercusión mediática que otros años, más participación ciudadana y más respaldo institucional. Son elementos muy positivos que nos animan a seguir creciendo”.

Ambos codirectores subrayan que el Pa-ta-ta se ha consolidado como un festival de fotografía con impacto social, en el que la imagen no solo se contempla, sino que se comparte y se vive. “Fotógrafos con trayectoria y caché se han bajado a pie de calle, dialogando con la gente y explicando sus proyectos de forma didáctica. Eso es divulgación, y la fotografía necesita mucho más de eso”, apunta Puertas. Martín añade que, más allá del éxito, el equipo trabaja ya en mejorar los procesos internos “para que cada año el festival sea más sólido, humano y sostenible”.

Ese espíritu colaborativo también se refleja en las voces de las artistas que participaron en el Premio Internacional de Fotografía con Impacto Social. La ganadora, Silvia Ayerra, autora de Diente de Leche, celebra el reconocimiento a los proyectos de intervención social y valora la energía colectiva que define al festival: “Hemos visto colectivos muy implicados, personas que han recibido el mensaje de transformación a través de la imagen y se han comprometido con las propuestas. La fotografía participativa va de la mano de la gestión comunitaria; nos ayuda a crear redes, a comunicarnos y acompañarnos”.

Desde esa misma sensibilidad, Luana Fischer, autora de Huellas, insiste en que la fotografía debe servir para visibilizar lo invisible: “No se trata solo de mostrar imágenes, sino de dar presencia a vidas y trayectorias que casi nunca se ven. Cuando la imagen se construye desde lo colectivo, se convierte en una experiencia compartida. Hoy más que nunca necesitamos imágenes que nos reúnan y nos devuelvan un sentido de comunidad”.

La fotógrafa Lucía Morate, con su proyecto Las Cigarreras de Alicante, define al Pa-ta-ta como “un lujo” y celebra que exista en España, donde es “prácticamente el único festival que apuesta de lleno por este tipo de iniciativas”. Para Morate, la fotografía participativa “diluye la barrera entre artistas y ciudadanía, generando sociedades más reflexivas, libres y plurales”. Y subraya el valor de sacar las exposiciones a la calle: “Acercar la imagen a todo tipo de público genera comunidad e implicación, incluso entre personas ajenas al mundo de la fotografía”.

Desde una mirada internacional, Ola Skowrońska (autora de Heda)defiende la urgencia de romper las fronteras del arte tradicional. “Los procesos colaborativos permiten que la fotografía salga de su burbuja y dé voz a las personas. La participación ciudadana añade nuevas capas de realidad y hace que los proyectos muestren los temas desde dentro, con una mirada más honesta y cercana”.

Esa combinación de reflexión, experimentación y vínculo social resume el espíritu del Pa-ta-ta. Un festival que, como concluyen sus codirectores, “no busca que todo el mundo sea fotógrafo, sino que cada persona adquiera una mirada crítica sobre las imágenes que le rodean”. En su edición de 2025, el Pa-ta-ta ha demostrado que la fotografía puede ser una forma de encuentro y de transformación colectiva. Un festival de proximidad donde el arte se construye desde lo común.